Google+ LA PERSONA DE CRISTO: 2.02. Docetismo y gnosticismo

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2.02. Docetismo y gnosticismo

El primer error de la naturaleza y la persona de Cristo generalmente se conoce como docetismo. Este nombre proviene de una palabra griega (δοκέω dokeô) que significa "parecer". El docetismo asumió diversas formas, pero su idea básica era que Cristo sólo parecía tener un cuerpo, que era un fantasma y no un hombre en lo más mínimo. El Verbo se hizo carne sólo en apariencia. Esta herejía surgió en tiempos apostólicos y persistió hasta muy cerca del fin del siglo II.

El docetismo caracterizaba a grupos tales como los ebionitas y los gnósticos. Los primeros eran judíos cristianos que se aferraban estrictamente a los ritos y a las prácticas del judaísmo. Los segundos eran principalmente cristianos gentiles. El gnosticismo fue poco más que una mezcla de varias filosofías paganas ocultas bajo el disfraz de una terminología cristiana.

Una antigua y posiblemente auténtica tradición identifica a Simón el Mago (ver Hech. 8:9-24) como el que primero inició el error acerca de la naturaleza y la persona de Cristo y como el primer gnóstico cristiano.

Unos pocos años más tarde, surgió en Alejandría un cristiano llamado Cerinto. Este es clasificado por algunos como ebionita y por otros como gnóstico. Negaba que Cristo hubiera venido en carne, y sostenía que su supuesta encarnación sólo fue aparente y no real.

Los ebionitas no eran gnósticos, pero sostenían puntos de vista similares acerca de la humanidad de Cristo. Consideraban que Cristo era hijo literal de José, pero elegido por Dios como el Mesías debido a que se distinguió por su piedad y observancia de la ley, y que fue adoptado como el Hijo de Dios en ocasión de su bautismo. Un grupo de ebionitas, los elkesaitas, enseñaban que Cristo había sido literalmente "engendrado" por el Padre en siglos pasados, y que por lo tanto era inferior a él.

En contraste con los ebionitas, que consideraban a Cristo como esencialmente un tipo de ser humano superior, los gnósticos - en términos generales - negaban que fuera un ser humano. Concebían a Cristo como un fantasma, o "eón" (inteligencia eterna emanada de la divinidad suprema, según las enseñanzas gnósticas), que transitoriamente tomó posesión de Jesús, que para ellos era un ser humano común. La divinidad no se había encarnado realmente.

Acerca del tremendo impacto del gnosticismo sobre el cristianismo, el historiador eclesiástico Latourette sugiere la posibilidad de que "por un tiempo la mayoría de los que se consideraban a sí mismos como cristianos se adhirieron a una u otra de sus muchas formas" (A History of Christianity, p. 123). Después de surgir gradualmente en los tiempos apostólicos, el gnosticismo ejerció su máxima influencia sobre la iglesia en el siglo II. Reconociendo la grave amenaza que significaba el gnosticismo, la iglesia lo combatió heroicamente.

Ireneo, que vivió durante la segunda mitad del siglo II, hace resaltar que Juan escribió su Evangelio con el propósito específico de refutar los puntos de vista docetistas de Cerinto (Ireneo, Contra herejías xi. 1; ver Juan 1:1-3, 14; 20:30-31).

En las epístolas, Juan aún más claramente advierte contra la herejía del docetismo, a cuyos paladines los tilda como "anticristo" (1 Juan 2:18-26; 4: 1-3, 9, 14; 2 Juan 7, 10).

Durante su primer encarcelamiento en Roma (c. 62 d. C.), Pablo prevenía a los creyentes de Colosas contra el error del docetismo (Col. 2: 4, 8-9, 18), y más o menos por el mismo tiempo Pedro proclama una advertencia aun más vigorosa (2 Ped. 2: 1-3). Judas (vers. 4) se refiere a la herejía del docetismo. Los "nicolaítas" de Apoc. 2:6 eran gnósticos, aunque no necesariamente docetistas (Ireneo, Contra herejías xi.1).

Durante la primera mitad del siglo II surgieron varios maestros gnósticos que infestaron la iglesia con sus nocivas herejías. Sobresalieron entre ellos Basílides y Valentín, ambos de Alejandría.

Pero quizá el más influyente paladín de las ideas del docetismo - y el de más éxito - fue Marción, durante la segunda mitad del mismo siglo. De ninguna manera era gnóstico, pero sus opiniones en cuanto a Cristo se parecían muchísimo a las de los gnósticos. Sostenía que el nacimiento, la vida física y la muerte de Jesús no fueron reales, sino que meramente dieron la apariencia de realidad.

La iglesia luchó valientemente contra los crasos errores del docetismo. Durante la segunda mitad del siglo II, Ireneo se destacó osadamente como el gran paladín de la ortodoxia contra la herejía. Su obra de polémica Contra herejías, específicamente contra la herejía gnóstica, ha sobrevivido hasta el día de hoy. Ireneo puso énfasis en la unidad de Dios.