Google+ LA PERSONA DE CRISTO: 2.00. Inicio de las Controversias (Trinitaria y Cristológica)

EL DIOS QUE YO CONOZCO

2.00. Inicio de las Controversias (Trinitaria y Cristológica)

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho... Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:1-3, 14)

La fe cristiana tiene su fuente, su centro y su certeza en el Cristo histórico del NT.

Tal como se presenta en Juan 1:1-3, 14, e invariablemente se afirma en todo el NT, Cristo es:
(1) Dios en el sentido absoluto y pleno de la palabra.
(2) Verdaderamente hombre en todo respecto.
(3) Sin pecado.
(4) Digno de ser adorado y glorificado.

En la encarnación, la deidad y la humanidad se unieron inseparablemente en la persona de Jesucristo, el Dios-hombre sin igual.

Pero las Escrituras también declaran que "Jehová nuestro Dios, Jehová uno es" (Deut. 6:4; Mar. 12:29).

El legado de verdad que heredó la iglesia cristiana incluía, pues, la paradoja de un monoteísmo trino y uno y el misterio de un Dios encarnado. Ambos conceptos van más allá del entendimiento limitado y no permiten el análisis final ni la definición absoluta.

Para los fervientes cristianos de los días apostólicos, el hecho dinámico de un Señor crucificado, resucitado y viviente, a quien muchos de ellos habían visto y oído (Juan 1:14; 2 Ped. 1:16; 1 Juan 1:1-3), relegaba a un plano de menor importancia los problemas teológicos de la naturaleza de Cristo. La iglesia cristiana primitiva no tomó tiempo para desarrollar o explicar estos conceptos.

Sin embargo, cuando pasó esa generación (ver Apoc. 2:4; cf. Jos. 24: 31), la visión de un Señor viviente se oscureció y palidecieron la pureza y la devoción prístinas; los hombres se apartaron cada vez más de las realidades prácticas del Evangelio y se ocuparon de sus complicados aspectos teóricos, con la ilusión de que escudriñando con los intrincados razonamientos de la filosofía quizá podrían descubrir a Dios.

"¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? (Job 11:7).

"¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Rom. 11:33).

Era necesário explicar las aparentes contradicciones. Surgieron los "conflictos (o controversias) cristológicos".

Entre las diversas herejías que surgieron para turbar a la iglesia, las más graves fueron las que
atañían a la naturaleza y persona de Cristo. Durante siglos la iglesia fue sacudida por los conflictos suscitados por estos problemas, que dejaron una larga estela de herejías, concilios y cismas.

Para cualquiera, con excepción de los estudiantes de historia eclesiástica, un estudio detallado de esta controversia puede parecer desprovisto de interés y de valor práctico. Pero hoy día, no menos que en los tiempos apostólicos, la certeza de la fe cristiana se centra en el Cristo histórico del NT.

También es un hecho que, de una manera u otra, varias herejías antiguas han sobrevivido o han revivido.

Mediante un repaso del decurso de esa controversia de los primeros días, los cristianos modernos pueden aprender a reconocer - para estar vigilantes contra ellos - los mismos errores que perturbaron a sus consagrados hermanos en siglos pasados:

"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32).

"Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo" (1 Juan 4:1).

"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 7:17).

Generalmente las dos principales fases de este prolongado debate se conocen como las controversias trinitaria y cristológica.

La controversia trinitaria se ocupó de la condición de Cristo como Dios y se centralizó en las luchas de la iglesia con el docetismo, el monarquianismo y el arrianismo, desde el siglo I hasta el siglo IV.

La controversia cristológica se ocupó de la relación intrínseca entre la naturaleza divina y la naturaleza humana de Cristo y se centralizó en sus luchas con el nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo, desde el siglo V hasta el VII.