Google+ LA PERSONA DE CRISTO

EL DIOS QUE YO CONOZCO

3.06. Profetizado el tiempo de la venida del Mesías

La nota predominante de la predicación de Cristo era: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Marcos 1: 15).

Así el mensaje evangélico, tal como lo daba el Salvador mismo, se basaba en las profecías. El "tiempo" que él declaraba cumplido, era el período dado a conocer a Daniel por el ángel Gabriel:

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos" (Daniel 9: 24).

En la profecía, un día representa un año (Números 14: 34. Ezequiel 4: 6).

Las setenta semanas, o cuatrocientos noventa días, representaban cuatrocientos noventa años. Y se había dado un punto de partida para este período:

"Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas," (Daniel 9: 25) sesenta y nueve semanas, es decir, cuatrocientos ochenta y tres años.

La orden de restaurar y edificar a Jerusalén, completada por el decreto de Artajerjes Longímano, (Esdras 6:14; 7: 1) entró a regir en el otoño del año 457 antes de C. Desde ese tiempo, cuatrocientos ochenta y tres años llegan hasta el otoño del año 27 de J. C.

Según la profecía, este período había de llegar hasta el Mesías, el Ungido. En el año 27 de nuestra era, Jesús, en ocasión de su bautismo, recibió la unción del Espíritu Santo, y poco después empezó su ministerio. Entonces fue proclamado el mensaje: "El tiempo es cumplido."

Había declarado el ángel: "En otra semana [siete años] confirmará el pacto a muchos."

Por siete años después que el Salvador empezó su ministerio, el Evangelio había de ser predicado especialmente a los judíos; por Cristo mismo durante tres años y medio, y después por los apóstoles.

"A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda" (Daniel 9: 27). En la primavera del año 31 de nuestra era, Cristo, el verdadero sacrificio, fue ofrecido en el Calvario. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, demostrando que el significado y el carácter sagrado del ritual de los sacrificios habían terminado. Había llegado el tiempo en que debían cesar los sacrificios y las oblaciones terrenales.

La semana -siete años- terminó en el año 34 de nuestra era. Entonces, por el apedreamiento de Esteban, los judíos sellaron finalmente su rechazamiento del Evangelio; los discípulos, dispersados por la persecución, "iban por todas partes anunciando la palabra" (Hechos 8: 4); poco después, se convirtió Saulo el perseguidor, y llegó a ser Pablo, el apóstol de los gentiles.

El tiempo de la venida de Cristo, su ungimiento por el Espíritu Santo, su muerte y la proclamación del Evangelio a los gentiles, habían sido indicados en forma definida.

Era privilegio del pueblo judío comprender estas profecías, y reconocer su cumplimiento en la misión de Jesús. Cristo instó a sus discípulos a reconocer la importancia del estudio de la profecía.

Refiriéndose a la que fue dada a Daniel con respecto a su tiempo, dijo: "El que lee, entienda." (Mateo 24: 15). Después de su resurrección, explicó a los discípulos en "todos los profetas" "lo que de él decían" (Lucas 24: 27).

El Salvador había hablado por medio de todos los profetas. "El espíritu de Cristo que estaba en ellos" "anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos" (1 Pedro 1: 11).

3.05. Los sacrificios del AT - una confesión de fe en el Redentor prometido

El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que fuese para el hombre un recuerdo perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una confesión de su fe en el Redentor prometido.

Tenía por objeto manifestar a la raza caída la solemne verdad de que el pecado era lo que causaba la muerte.

Para Adán el ofrecimiento del primer sacrificio fue una ceremonia muy dolorosa. Tuvo que alzar la mano para quitar una vida que sólo Dios podía dar. Por primera vez iba a presenciar la muerte, y sabía que si hubiese sido obediente a Dios no la habrían conocido el hombre ni las bestias.

Mientras mataba a la inocente víctima temblaba al pensar que su pecado haría derramar la sangre del Cordero inmaculado de Dios.

Esta escena le dio un sentido más profundo y vívido de la enormidad de su transgresión, que nada sino la muerte del querido Hijo de Dios podía expiar. Y se admiró de la infinita bondad que daba semejante rescate para salvar a los culpables. Una estrella de esperanza iluminaba el tenebroso y horrible futuro, y le libraba de una completa desesperación.

3.04. El sacrificio de Isaac por Abrahán como un tipo

"Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo" (Génesis 22: 6-13).

Mediante símbolos y promesas, Dios "evangelizó antes a Abrahán." (Gálatas 3: 8.) Y la fe del patriarca se fijó en el Redentor que había de venir. Cristo dijo a los judíos: "Abrahán vuestro padre se gozó por ver mi día; y lo vio, y se gozó." (Juan 8: 56.)

Dios tenía el propósito de que la ofrenda de Isaac prefigurara el sacrificio de su Hijo. Isaac fue un símbolo del Hijo de Dios, que fue ofrecido como sacrificio por los pecados del mundo.

El carnero ofrecido en lugar de Isaac representaba al Hijo de Dios, que había de ser sacrificado en nuestro lugar. Cuando el hombre estaba condenado a la muerte por su transgresión de la ley de Dios, el Padre, mirando a su Hijo, dijo al pecador: "Vive, he hallado un rescate."

Fue para grabar en la mente de Abrahán la realidad del Evangelio, así como para probar su fe, por lo que Dios le mandó sacrificar a su hijo. No obstante, nadie sino Dios pudo comprender la grandeza del sacrificio de aquel padre al acceder a que su hijo muriese.

La agonía que sufrió durante los aciagos días de aquella terrible prueba fue permitida para que comprendiera por su propia experiencia algo de la grandeza del sacrificio hecho por el Dios infinito en favor de la redención del hombre. Ninguna otra prueba podría haber causado a Abrahán tanta angustia como la que le causó el ofrecer a su hijo.

Dios dio a su Hijo para que muriera en la agonía y la vergüenza. A los ángeles que presenciaron la humillación y la angustia del Hijo de Dios, no se les permitió intervenir como en el caso de Isaac. No hubo, voz que clamara: "¡Basta!" El Rey de la gloria dio su vida para salvar a la raza caída. ¿Qué mayor prueba se puede dar del infinito amor y de la compasión de Dios? "El que aun a su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿como no nos dará también con él todas las cosas?" (Romanos 8: 32).

El sacrificio exigido a Abrahán no fue sólo para su propio bien ni tampoco exclusivamente para el beneficio de las futuras generaciones; sino también para instruir a los seres sin pecado del cielo y de otros mundos. El campo de batalla entre Cristo y Satanás, el terreno en el cual se desarrolla el plan de la redención, es el libro de texto del universo.

Por haber demostrado Abrahán falta de fe en las promesas de Dios, Satanás le había acusado ante los ángeles y ante Dios de no ser digno de sus bendiciones. Dios deseaba probar la lealtad de su siervo ante todo el cielo, para demostrar que no se puede aceptar algo inferior a la obediencia perfecta y para revelar más plenamente el plan de la salvación.

Los seres celestiales fueron testigos de la escena en que se probaron la fe de Abrahán y la sumisión de Isaac. La prueba fue mucho más severa que la impuesta a Adán. La obediencia a la prohibición hecha a nuestros primeros padres no extrañaba ningún sufrimiento; pero la orden dada a Abrahán exigía el más atroz sacrificio.

Todo el cielo presenció, absorto y maravillado, la intachable obediencia de Abrahán. Todo el cielo aplaudió su fidelidad. Se demostró que las acusaciones de Satanás eran falsas. Dios declaró a su siervo: "Ya conozco que temes a Dios [a pesar de las denuncias de Satanás], pues que no me rehusaste tu hijo, tu único."

El pacto de Dios, confirmado a Abrahán mediante un juramento ante los seres de los otros mundos, atestiguó que la obediencia será premiada.

Había sido difícil aun para los ángeles comprender el misterio de la redención, entender que el Soberano del cielo, el Hijo de Dios, debía morir por el hombre culpable.

Cuando a Abrahán se le mandó ofrecer a su hijo en sacrificio, se despertó el interés de todos los seres celestiales. Con intenso fervor, observaron cada paso dado en cumplimiento de ese mandato.

Cuando a la pregunta de Isaac: "¿Dónde está el cordero para el holocausto?" Abrahán contestó: "Dios se proveerá de cordero;" y cuando fue detenida la mano del padre en el momento mismo en que estaba por sacrificar a su hijo y el carnero que Dios había provisto fue ofrecido en lugar de Isaac, entonces se derramó luz sobre el misterio de la redención, y aun los ángeles comprendieron más claramente las medidas admirables que había tomado Dios para salvar al hombre.

"A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles" (1 Pedro 1: 12.)